Buen fin de semana

Ya estaba planeado, iba a pasar el fin de semana en el campamento de toda la vida en Gredos echando una mano y con María como copiloto, pero unas horas antes del viaje María me informa que no puede ir... supongo que si me lo hubiera dicho el día de antes habría cancelado el plan, pero ya estaba mentalizada, tenía que salir de Madrid y desconectar, aunque el ir allí no iba a significar unos días de relax.
Duchita rápida y maleta hecha sin lista, con la sensación de que fijo que se me había pasado algo por alto, aunque no fue el caso. Viajecito con los padres de María estrenando coche y por fin a eso de las 22:30 llego al campamento, pequeño hormigueo en el estómago por cómo se iba a dar la cosa, que había unos pocos con los que tenía confianza, pero, con la falta de María mi seguridad en cuanto a disfrutar del fin de semana había bajado un poco.

Primero a instalarse, la colchoneta del Yankee (un lujo comparándolo con mi esterilla) era de matrimonio total, que me hago con un huequecillo. Luego a meterse de lleno, que no iba a estar observando cómo trabajaban, así que a participar en un juego nocturno y más tarde a disfrutar de la posterior reunión de monitores, con risas, copichuelas, juegos y pequeño debate sobre si echar a una niña o no del campamento, aun me resulta increíble que una niña de 12 años le hiciera un trabajito oral a un niño del campamento y se mostrara sin vergüenza al echarle una charlita unas monitoras.
Sobre las 5 al saco, un poquito más de charla con David y a intentar dormir... buf, hacía un frío de la leche, así que a pesar de que él me dejara un poco de su saco a modo de manta me pasé lo que quedaba de noche con el frío metido en el cuerpo y apenas dormí una hora.

Sábado sabadete: deseando que llegara la hora de levantarse, estaba aburrida y era incapaz de conciliar el sueño. El día no se dió mal, por la mañana un juego y al medio día a comer con los padres de María. Que gocherio, tortilla de patata, filetes de lomo... y mi plato a rebosar, así que tenía que comerme todo lo que me habían servido. Después de la comilona, me empezó a dar uno de esos bajones de sueño y cansancio que logré superar con un poco de café y una duchita.
Por la noche otro juego y "reunión de monitores".

Último día: por fin pude dormir algo, aunque no fue del tirón, que la colchoneta se había pinchado y poco a poco notabas como ibas acercándote al suelo, y por supuesto despertándome con el más mínimo ruido, que problema lo de tener el sueño leve.
A pesar de haber descansado algo mi espesismo había aumentado, total que pasando de tener discusiones con Carrasco, a darle la razón para no tener que pensar :) y qué bien me vino el juego del "Humor amarillo" para no empanarme más de lo que estaba y pasar un buen rato. Por la tarde, vuelta a Madrid.

Conclusión: muchas risas, morriña, con ganas de repetirlo y odiando aun más mi insomnio vacacional.